48 ARREPENTIMIENTO. gligencia en sus deberes. Pero los peecados y fal- tas de otros no justifican las nuestras. Porque el Sefior no nos ha dado un modelo humano imper- fecto. Nos ha sido puesto como modelo el hijo inmaculado de Dios, y los que se quejan de la mala vida de los que profesan ser cristianos, son los que deberian presentar una vida y un ejemplo mds nobles. Si tienen una concepcién tan alta de lo que un cristiano debe ser, ;mo es su pecado mu- cho mayor? Saben lo que es bueno, y rehusan sin embargo hacerlo. Mirad que no esperéis. No pongdis 4 un lado la obra de abandonar vuestros pecados y buscar la pureza de corazén por Jesis. Aqui es donde miles y miles han errado, para su perdicién eterna. No insistiré aqui sobre la brevedad ¢ incertidumbre de la vida; pero hay un terrible peligro — un pe- ligro no suficientemente entendido — en retardarse en ceder 4 la invitacién del Espiritu Santo de Dios, en preferir vivir en el pecado, porque. esto realmente es tal demora. El pecado por pequefio que se suponga no puede consentirse sino con riesgo de una pérdida infinita. Lo que no vencemos nos ven- cers, y traerd nuestra destruccidn. Adam y Eva se persuadieron de que de una cosa de tan poca importancia como era comer la fruta prohibida, no podrian resultar tan terribles con- secuencias como Dios les habia declarado. Pero ARREPENTIMIENTO. esta cosa tan pequefia era la transgresién de la ley santa é inmutable de Dios, separaba de Dios al hombre, y abria las compuertas de la muerte y _miserias sin nimero sobre nuestro mundo. Edad tras edad ha subido de nuestra tierra un llanto con- tinuo de afliccién, y la creacién 4 una-gime bajo la fatiga terrible del dolor, como una consecuencia de la desobediencia del hombre. El cielo mismo ha sentido los efectos de la rebelién del hombre contra Dios. El Calvario estd delante de nosotros como una memoria del sacrificio asombroso que se re- queria para reconciliar por él la transgresion de la ley divina. Cada acto de transgresién, desprecio 6 repulsa de la gracia de Cristo, obra indirectamente sobre vo- sotros; estd endureciendo el corazon, depravando la voluntad, entorpeciendo el entendimiento, y no so- lamente haciéndoos menos inclinados 4 ceder, pero menos capaces de ceder 4 la tierna invitacién del ~ Espiritu de Dios. | Muchos estin apaciguando su conciencia inquieta con el pensamiento de que pueden cambiar una mala conducta cuando quieran; de que pueden tratar con ligereza las invitaciones de misericordia, y sin embargo seguir siendo llamados. Piensan que des- pues de hacer menosprecio del Espiritu de gracia, después de echar su influencia del lado de Sata- nds, en un momento de terrible necesidad pueden